lunes, 12 de diciembre de 2011

LOS COVACHUELISTAS EN EL SIGLO XVIII

Los commis, más conocidos como covachuelistas, eran los funcionarios que trabajaban en los consejos y secretarías del despacho, ubicadas en los sótanos abovedados, esto es, en las covachas ministeriales del Palacio Real. El covachuelista ocupaba el puesto más bajo en la jerarquía administrativa y ésto se veía reflejado en sus nefastas condiciones de trabajos, con poca luz, mucha humedad y un considerable hacinamiento. Aunque técnicamente se trataran exclusivamente de burócratas puros o simples oficinistas, lo cierto es que, a medida que los ministerios, y a su vez, los secretarios, adquirieron mayor relevancia tuvieron la ocasión de ascender en la escala de promoción, de oficinista a funcionario, embajador e incluso secretario de Estado. Por ello se convirtieron en un centro tanto de clientelismo como de política. De este modo, los covachuelistas se politizaron y dividieron asociados al partido al que secundaba un ministro concreto, y algunos autores señalan concretamente la importancia de esta figura dentro de los partidos emergentes durante el reinado de Carlos III.

Andrea Gasca

lunes, 21 de noviembre de 2011

¿Qué es un criollo?

Tras dos meses de clases de Historia me vuelve a tocar a mí hacer un repaso a lo que ha dado de
sí el trabajo que se nos ha pedido a nuestro grupo para esta semana. En esta ocasión teníamos que responder a la pregunta ¿Qué es un criollo?

"Esto me suena muy familiar" decía yo, con respecto a esa definición que debía buscar."Me suena haberlo escuchado en Argentina", mi país de origen. Y claro, no tenía más que ponerme a buscar sobre este término para confirmarlo, aunque curiosamente no tenía mucho que ver con lo que se nos pedía para esta pregunta. El motivo de las diferencias semánticas a cada lado del Atlántico se debe a que en América la palabra "criollo" llegó a obtener distintos significados.

En Argentina se denomina criollo a algo propio del país. Éste es uno de los significados a los que evolucionó la palabra, el cuál yo considero el más importante entre sus cambios. Indagando, se puede encontrar que una de las acepciones del diccionario de la RAE es "Autóctono, propio, distintivo de un país hispanoamericano". Mientras que la que suele entender como la primera en España es: "Se llama criollo a la persona que es descendiente de padres europeos nacido en hispanoámerica. Especialmente, descendientes españoles de la América colonial" (Diccionario de la RAE).

Por otra parte al investigar sobre los primeros criollos uno puede entender mejor lo que fue
ocurriendo a lo largo del tiempo en América para que las colonias acabasen por independizarse. La familia criolla venía a intentar ser allí lo mismo que era la nobiliaria española, aunque con más
esclavos y sirvientes que éstos últimos. Los criollos llegaron a construir el auténtico poder
económico de América gracias al mayorazo -todos los bienes recaían sobre el hijo mayor, así no se
dividían los patrimonios- y la dote -dinero o conjunto de bienes que la mujer aportaba al
matrimonio- ya que se hacían matrimonios de conveniencia.

Poco a poco los criollos, poseyendo las riquezas de sus países, quisieron conseguir el poder de la administración y de los títulos nobiliarios de los españoles. Por esto último y porque tenían menos derechos que los nobles comenzó a haber conflictos, que, con el paso del tiempo, acabaría en la independencia de las colonias americanas.

Ése vendría a ser el resumen, sin extenderme mucho más, de la información que obtuve de una simple pregunta que parecía pedir una definición sin más. Lo más llamativo de esta pregunta es saber entender cómo en América el movimiento criollo fue una liberación de las tierras, que llevó a la independicia de lo que son hoy los estados que forman el sur del continente, mientras que en España supuso un desastre tanto económico como social. En menos de 100 años la gran expansión del territorio español se vio apenas reducido a prácticamente parte de una península. Es curioso cómo según dónde estemos y de dónde seamos, veamos un momento de la historia o incluso una sóla palabra, desde puntos de vista completamente distitintos.

lunes, 14 de noviembre de 2011

El papel del oro y la plata americana en la economía española y europea

Al comienzo de la Edad Moderna y con el descubrimiento de América, la explotación por parte de las potencias europeas de las colonias en ultramar ocasionó la llegada masiva de metales preciosos al viejo continente. Este hecho, evidentemente, tuvo efectos de gran trascendencia y dio un vuelco a la economía .

El primer aspecto a tener en cuenta es el favor que la abundancia de oro y plata (generalmente plata) suponía para el desarrollo de un primigenio sistema capitalista. A más riquezas, más factible se hizo la mecanización de la producción, así como la división del trabajo. Se desarrolló así el mercantilismo, política económica que apostaba por la acumulación de oro y plata como base de la riqueza de un país, y esto se lograba explotando las riquezas existentes en las propias colonias, y evitando así el contacto comercial con las potencias enemigas, poniendo en funcionamiento los mecanismos del comercio triangular, que partía de Europa a África para proveerse de esclavos, venderlos en América y allí proveerse de materias primas con que volver a Europa.

Aparte de esta consecuencia, es preciso señalar también una de signo contrario: la llamada revolución de los precios. Ésta fue un fenómeno que se desarrolló en toda Europa, aunque es cierto que tuvo mayor impacto en los territorios de la Monrquía Hispánica, y que consistió en un aumento de los precios sin precedentes, que los hizo crecer en un 600% a lo largo del siglo XVI. Esto supuso una importante traba en el desarrollo económico de la Monarquía Hispánica, pues, al ser más altos los costes de producción, eran más baratos y convenientes los productos extranjeros. Por esto, y esta información es matizable, la manufactura española quedó atrasada respecto a la del resto de Europa. Si bien es cierto que la Monarquía Hispánica se sirvió de los metales preciosos que le llegaban en masa de América y prestó menos atención al desarrollo de la industria de la época, también cabe destacar que la industria manufacturera creció durante aquellos tiempos.

Ciertamente, pudo haber crecido más, pero lo que en su día fue motivo de orgullo para la Monarquía, la expulsión de los judíos, supuso la privación de uno de los grupos más preparados intelectualmente, que tal vez hubiera podido evitar, prevenir o paliar las consecuencias que la política económica de la época tendría en tiempos posteriores. Pues, pese al citado desarrollo, circulaba un dicho popular en aquellos tiempos que erzaba que "España es las Indias de los extranjeros", pues se entendía que, si España extraía oro y plata de las Indias Occidentales, con la misma facilidad los extraían de España los demás países europeos.

Teniendo en cuenta todo esto, amén de los inmensos gastos militares que sangraban a la mayoría de potencias europeas, aunque especialmente los reinos hispánicos, se extrae un balance positivo, aunque matizable y mejorable, del efecto que produjeron los metales preciosos que llegaban a Europa desde las colonias americanas.

Entrada de Vicent Soler Checa

lunes, 7 de noviembre de 2011

Madrid en la Edad Moderna

Siglo XVI

Bajo el reinado de Felipe II, en 1561, Madrid fue nombrada capital y a partir de ese momento experimentó un incremento progresivo en la población cuya capacidad espacial no podía soportar; pasó de 20.000 a 60.000 habitantes. Fue por ello que la urbe creció de manera caótica, llena de calles estrechas y trazadas, con una salubridad y alcantarillado en un estado pésimo.

Sin embargo, en esta misma época, dentro de la Comunidad, cabe subrayar la edificación del Monasterio de El Escorial, así como el Puente de Segovia sobre el río Manzanares y la unificación de dos calles que formaron la Calle Mayor.


Siglo XVII

Por unos pocos años, Felipe III trasladó la Corte a Valladolid, aunque pronto regresó a Madrid. La población de la capital continúo su rápido crecimiento, debido a la emigración de familias nobles castellanas que iban en busca de una mejora en su economía y, en algunos casos, cierta influencia en la Corte.

A lo largo de este siglo, Madrid fue adquiriendo cada vez más reconocimiento mientras que el de Sevilla iba en continua disminución. De modo que, tanto nobles como artistas de la talla de Velázquez se acercaron a la emergente urbe en busca de una mejora económica.

En cuanto a las construcciones, fue a principios de siglo cuando se construyeron la Plaza Mayor y El Retiro. La población superaba los 100.000 habitantes, por lo que, hubo que cercar la ciudad con una cuarta muralla.

Siglo XVIII

En la primera mitad del siglo tuvo lugar el desafortunado incendio del viejo Alcázar, situado donde hoy se encuentra el Palacio de Oriente, de modo que la Corte tuvo que trasladarse al Palacio del Buen Retiro. Para enlazarlo con la ciudad se diseñaron, ya bajo el reinado de Carlos III, siguiendo este las directrices del Conde de Aranda primero y del Conde de Floridablanca después, las fuentes de Cibeles y Neptuno, la Puerta de Alcalá o la Casa de Correos. De este modo, las competencias jurisdiccionales del poder local fueron disminuyendo en beneficio del Borbón. Con ayuda de sus ministros tomó diversas medidas para lavar la cara a la capital que sufría altos niveles de delincuencia y, como ya se ha mencionado antes, una salubridad muy poco cuidada. Entre otras caben destacar: el plan de alcantarillado para evacuar las aguas residuales, la ley que prohibía tirar basuras a las calles y la implantación de un servicio de recogida y la iluminación y empedramiento de las calles.
Debido a ciertos cambios en las costumbres indumentarias, que tenían como objetivo reducir la delincuencia y hacer de Madrid una ciudad más atractiva, y a un incremento en los precios, tuvo lugar el Motín de Esquilache que terminó con la deportación del ministro del mismo nombre que quiso imponer estas reformas.

Si bien es cierto que se llevaron a cabo estos cambios de embellecimiento de la ciudad, prácticamente tan sólo afectaron a los entornos palaciegos, quedando la población de la periferia hacinada debido al constante crecimiento de esta: a finales del siglo, Madrid contaba con 190.000 habitantes.

Andrea Gasca

martes, 25 de octubre de 2011

“¡Viva el rey! ¡Viva España! ¡Muera Esquilache!"

Me adelanto un siglo a lo que estamos estudiando en el aula, para hacer una breve reseña sobre la película “Esquilache” dirigida por Josefina Molina en 1988. El filme, situado en el reinado de Carlos III (1759 -1788), cuenta con un excelente reparto entre el que se encuentran actores de la talla de Fernando Fernán Gómez, Ángela Molina, José Luis López Vázquez, Concha Velasco o Adolfo Marsillach; un guión, a mi parecer, riguroso y elaborado que refleja en cada diálogo los dos pensamientos enfrentados del momento histórico; y, por lo que conozco de los acontecimientos que sucedieron ese marzo 1766, un argumento fiel a éstos. No se debe olvidar que está inspirada en la obra de Buero Vallejo “Un soñador para un pueblo” que aún no he tenido ocasión de leer, pero que, sin duda, merecerá la pena.

La película nos narra los últimos días del ministro italiano Leopoldo de Gregorio, Marqués de Scilacce, en la corte del Borbón Carlos III debido al famoso motín que tuvo lugar en 1766 como protesta a la política ilustrada que el rey con la ayuda de sus ministros quiso introducir. Sin embargo, el pueblo español, como todos los pueblos donde la cultura brillaba por su ausencia, empecinado en su tradicionalismo, mostró un fuerte rechazo a esta corriente reformista y modernizadora, concentrando todo su odio en el ministro italiano, ya que, este, ignorante del carácter español (que el propio monarca sintetiza en una conversación con el ministro durante la jornada de caza: “los españoles son como niños: lloran cuando se les lava la cara”) era quien más seriamente concebía sus ideales ilustrados. Además, impuso una medida, entre otras tantas,
que gozó de especial impopularidad: el embozo con capa larga y el sombrero gacho por la capa corta y el sombrero de tres picos, con el objetivo de imposibilitar el anonimato que hacía viable el alto nivel de delincuencia que sufrían las calles de Madrid. Entre otras de las quejas a sus medidas, figuraba la de la subida del pan, motivada por la sequía, sobre la que Esquilache en el filme comenta: “Este pueblo ha tenido hambre durante siglos, pero la queja por el pan me la
tenía que reservar a mí”.

Bajo el reinado de Carlos III, que no por casualidad recibió el apodo de El Alcalde de Madrid, y gracias a ministros como Esquilache, la ciudad tuvo un plan de alcantarillado para evacuar aguas
residuales, conoció el empedrado y se cuidó la higiene y la iluminación de las calles como no se había hecho antes. En el primer cuarto de hora, cabe destacar una escena que resume el espíritu cosmopolita de Esquilache: “Madrid era la pocilga de Europa y ahora…” “va a ser la ciudad más hermosa del mundo”, responde el ministro con la cara iluminada (inmejorable Fernán Gómez) mientras observa una maqueta de las nuevas obras arquitectónicas como la Fuente de Cibeles. No obstante, gran parte del pueblo recibió estas nuevas leyes como adversarias a sus costumbres españolas. Por si fuera poco, la nobleza y algunos miembros de la corte tampoco estaban a su favor y conspiraron en su contra en cuanto vieron que empezaba a perder el apoyo popular. De este modo, a pesar de contar con la plena confianza del monarca Carlos III, el Marqués de Esquilache no fue sino un político extranjero perdido en la tradicional coyuntura española y por ello tuvo que ser desterrado.

Si bien la película despierta una reflexión política no demasiado complicada, sobre el recelo y la desconfianza con la que se mira a lo desconocido (tanto en cuestiones políticas como territoriales); o sobre la corrupción en el poder -reflejada, sobre todo, en su mujer Pastora y en el Duque de Villasanta-, es en este último punto en el que más flojea. Y es que Esquilache es presentado como un hombre absolutamente limpio y honesto, capaz de sacrificar el desmerecido cargo que poseen sus hijos en pos de la transparencia política, y no es que dude de las buenas intenciones de este optimista ministro, sino que, resulta complicado explicar cómo un hombre alcanza tal grado de influencia en la organización de un país sin utilizar, en mayor o menos medida, los hatajos y escaleras mecánicas de las cuales es buen conocedor todo político que se hace valer tanto en el siglo XVIII como en nuestros días.

Recogiendo todo lo dicho anteriormente, recomiendo esta película tanto a cinéfilos, por su estupendo guión e interpretaciones; como a cualquier persona que quiera realizar un ejercicio de reflexión de un modo entretenido y placentero acerca de los diversos temas que toca la película: las mentalidades antagónicas en los tiempos de cambio, la corrupción política o el propio carácter español que “destruye sistemáticamente todo lo que se construye”.

Andrea Gasca

jueves, 13 de octubre de 2011

Las bancarrotas de Felipe II

Primera entrada en el blog tras tres semanas de clase en la Complutense (ya llevamos 6 clases de Historia Política y Social de España e Hispanoámerica). Si ya en la segunda semana tuvimos que armar los grupos de 5 y hacer una exposición del tema que tocara a cada grupo, ahora ya nos toca -además de hacer la breve exposición en clase- comentar lo trabajado en las dos clases de la semana.

A nosotros nos tocó hablar sobre las bancarrotas de Felipe II, asunto del cual es difícil encontrar información, puesto que las causas que provocaron éstas no están del todo claras. Pero con un poco de esfuerzo de cada uno de los integrantes del grupo hemos podido sacar la suficiente como para hacernos a la idea de lo ocurrido. A continuación la síntesis de lo que hemos comentado en clase.

El reinado de Felipe II (1527-1598), que va de 1556 hasta su muerte, estuvo en bancarrota o suspensión de pagos en 1557, 1575, y 1596 a pesar de ser la monarquía más poderosa de Europa. Los motivos no están del todo claros, aunque se suele señalar de formar parte de esto al excesivo gasto en las guerras de Europa, la poca importancia puesta en la agrucultura y la industria y el derroche de los más ricos.

Además Felipe II no paró de abrir nuevos frentes, cuando en un principio era contrario a llevar tantas campañas de guerra, como ya tenía su padre Carlos V. Para revertir estos problemas económicos subió los impuestos, tuvo que pedir préstamos a banqueros extranjeros, pero al final no podía pagarlos. Esto produjo motines en algunos frentes de soldados que apenas recibían lo que debía cobrar.

Aunque queda parte importante qué contar, con muchos más detalles, este sería el resumen de lo que hemos trabajado en el grupo y considero que es lo más destacable para comentar por aquí.

Y para acabar, una pregunta: ¿Quiénes fueron los novatores? Para la siguiente semana la información al respecto.